Tan hermoso es!. Y sin embargo, no podemos verlo de frente. Nos da vida, energía, sentido del tiempo y aun así, no podemos tocarlo. He allí nuestro límite.
Hoy creo que hay dos tipos de límites y dos tipos de amor.
Están los límites internos, los que interiorizamos; que a veces imaginamos. Resultados de asunciones y pensamientos. Y los limites externos; con los que nos estrellamos irremediablemente en el aprendizaje de cada día. Éstos nos permiten desarrollar nuestra capacidad de sortear obstáculos, de buscar salidas alternativas de emergencia. De aplicar plan ‘B’, ‘C’,…..’Z’ !.
Por increíble que parezca, son los límites internos los que nos paralizan. Cuando estamos convencidos de que no podemos lograr un objetivo, no hay fuerza divina que logre alterar tal convicción.
Pero, qué dilema cuando no se puede discernir claramente un límite interno de uno externo!. Cuándo uno se pregunta una, y otra, y otra vez si, con todo el sentido común posible, de verdad no se puede?. Y la voz interior te grita: “Adelante, salta!”. Una guerra despiadada entre sensatez y sentimiento. Entre impulsividad e inteligencia emocional.
Cuándo se hiere a alguien por no hacer nada. Límites internos o externos que, para variar oscilarán entre una vasta y extensa telaraña de opiniones de terceros, quienes asegurarán con vehemencia: “El que quiere siempre, siempre puede!”. O; más bien dirán: “Es una locura imposible, ni lo pienses!”.
Y cuántas veces hay que pedir perdón por no haber hecho nada?. Por haber fallado por omisión?.
Aquí entran los dos tipos de amor: El amor inevitable y el amor fanatizado. Para mí.
El amor inevitable es el que nace en el alma, el que es parte de tí, como las piernas, los ojos y la piel. Es esa chispa de luz que se enciende en el preciso instante en que el corazón comienza a latir dentro del vientre materno. Es parte de nuestro ser, lo sentimos por aquellos a quienes amaremos por el resto de nuestra vida y más allá de la muerte. No podemos modificarlo, ni erradicarlo. Nos pasa, nos sucede. Algunos lo confunden con ‘obseción’. Pero, este amor inevitable no lo entienden los psiquiatras.
Luego, el amor fanatizado, lo conforma todo aquello que nos enseñaron a amar; lo que nos repitieron tanto y tanto que cuando aprendimos a pensar, lo hicimos convencidos de que tal amor era lógico. Porque sí, porque de otro modo no tendríamos justificación dentro de nuestra comunidad, estaríamos fuera del círculo. Un amor que nos esclaviza a una creencia, una ideología, un ser humano o una causa. Un amor que no conocíamos, impuesto sin derecho a protesta.
Cuando somos libres de corazón, los limites internos son mínimos y se impone el amor inevitable. Pero, he aquí una compleja matriz existencial!. Porque en este mundo de hoy no hay quien se libre de estar acosado por fantasmagóricas limitaciones internas y externas; viviendo de puro amor fanático y negando, a como de lugar; fluir hacia el amor inevitable. Andamos de espaldas, con los ojos cerrados y el corazón amordazado.
No es de extrañar que tanta gente padezca de estreñimiento.
Nos hemos convertido en seres demasiado complejos, que dormimos poco y nos protegemos mucho de todo. Éste es un mundo enfermo de paranoia.
El sol es nuestro limite y nosotros no somos Icarus, que se hizo de alas y voló hasta él. Icarus, cuyas alas se quemaron por amor. Icarus, que insistió y persistió, venciendo todos los límites y, enamorado inevitablemente del sol, voló lejos…Hasta cuándo y hasta dónde?.