Yin Yang

La búsqueda interminable del equilibrio no es más que la incansable persecución de la felicidad. Algo de lo que los humanos no podemos zafarnos, esa cálida luz detrás de la que siempre correremos. La necesidad eterna.

La felicidad parece ser la única recompensa que tiene precio. Si, pareciera que esa compensación entre bienestar emocional y euforia de serenidad no se alcanza gratuitamente. Para acariciar la felicidad hay que pagar. Y acaso será eso precisamente de lo que va el tan anhelado equilibrio?

Para traer un hijo al mundo, la máxima representación de la felicidad a mis ojos, hay que parir. O en su defecto, ser sometida a una cesárea, que no es más que una cirugía en la que prácticamente cortan a la madre en dos. Así, para sostener a tu descendencia en brazos hay que transitar primero un tortuoso camino de dolores, contracciones, cortes y suturas.

Pero, esto es sólo dolor físico, el dolor que cesa, el que se olvida. Hay otros más profundos, más intensos, imposibles de borrar: La traición, el engaño, el desprecio, la crueldad, la muerte. Dolores que marcan y que, aún así, parecen ser rutas inevitables y hasta obligadas para llegar a la meta de la felicidad.

Me pregunto si todo esto estará intimamente relacionado con la perfecta imperfección que es la vida? Como muchos suelen decir: “Nada es perfecto”. Y es que no conozco a una persona que me haya dicho lo contrario. Todos hemos pagado un precio.

Por eso, habría que aprender a disfrutar de la felicidad cada día y en las cosas más insignificantes que nos rodean, para así gozar de pequeños ‘entremeses’ de felicidad, mientras seguimos haciendo el viaje, aprendiendo.

Viviendo en este lugar de la tierra, en donde la gloriosa bendición de la luz solar ha sido vedada y sólo permitida por cuatro meses al año, he aprendido a disfrutar inmensamente la sensación de calidez de la estrella más grande de nuestro sistema planetario por un par de horas, y acaso minutos. Otra vez, el precio a pagar por haber abandonado mi tierra natal de eternos veranos.

Y es que, casi sin notarlo, una va encontrando pequeños motivos de gran felicidad a cada rato, en cada esquina, en las cosas más inimaginables ! En la risa de tus hijos y de todos los hijos del mundo, en el canto de un gallo demente a las 4 am, en la notita de amor escrita a mano junto a tu cepillo de dientes, en la llamada por Skype, siempre a deshoras, porque la diferencia horaria entre dos continentes es algo difícil de entender para algunos seres queridos, la cena familiar de los miércoles, la lecturas dentro de la bañera, el abrazo de las mañanas, las confidencias de medianoche, la efectiva terapia con las amigas, las memorias de la infancia, las nostalgias, el olor de las velas, la paz interna que deja una oración, la contemplación, el silencio, la letra de una canción.

En eso consiste el arte de vivir, de buscar el equilibrio, de perseguir la felicidad. Hay que construir cada día con la férrea determinación de hallarla en cada rincón, teniendo presente que además de todo, es una decisión personal. Tú escoges en que lado de la balanza sentarte. Nadie dijo que sería fácil…mucho menos gratis.

 

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~ por amoresimperfectos en 11 abril, 2016.

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